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Introducción

El camino de la oración lleva a las almas a una íntima unión con Dios y en ese caminar se va experimentando un progreso, es decir, el alma crece y madura en la oración como su vida y ser mismos.

 

Queremos transmitir un mensaje acerca de alguien que precisamente fue un alma de temple, un alma que dirigió sus pasos hacia los más altos ideales y supo hacer de la oración un perfecto camino de unión con Dios, ella es María del Refugio Aguilar y Torres, para ello las invitamos a hacer un recorrido a través de su vida de oración. Su experiencia de Dios sea para nosotros un impulso para vivir la propia vida del espíritu con gozo, fe y amor.




La oración en su infancia y juventud

 

Desde pequeña dejó ver su gran amor a Dios y el gusto que sentía en visitarlo y hacerle compañía.  ¡Cuántas cosas le diría al estar postrada ante el Tabernáculo Santo!  Secretos que sólo Dios conocía, pero que desde esa tierna edad fueron inflamando su corazón y dándole gusto por la oración y mayor amor a Jesús Sacramentado, que cada vez fue atrayendo su corazón hasta hacerla suya del todo (Pikaza, 1994).

 

Las oraciones cotidianas por la mañana y por la noche no faltaban en su hogar, en las cuales participaba con gran devoción, especialmente en el rezo del Santo Rosario, ya que también se sentía muy unida a María Santísima.  Este amor a Dios que su tierno corazón sentía, no podía quedarse sólo en palabras, sentimientos o pensamientos, sino que lo manifestaba al participar con gran entrega en diversas celebraciones de la parroquia, especialmente las eucarísticas y marianas.

 

En su primer encuentro con Jesús Eucaristía ella pudo experimentar la presencia real y viva de Jesús dentro de su mismo ser, fue para ella un momento muy significativo, ahora ya no sólo podrá contemplar a Jesús frente a ella, sino que ahora ella lo lleva dentro de sí, como un Sagrario  para Jesús (Pikaza, 1994).

Durante su juventud continuó alimentando su piedad eucarística-mariana, seguía haciendo su hora de adoración ante el Santísimo y su oración la hacía vida a través de sus obras de caridad, especialmente con los pobres. Tal es el acto delicado de compartir hasta su vestido con la joven pobre (Pikaza, 1994).

 

La oración en su matrimonio y viudez

Cuando su padre le comunica que debía contraer matrimonio fue para ella un acontecimiento difícil, ya que no sentía ningún atractivo hacia éste; en estos momentos ella ora para pedir luces al Señor. 

Su oración es siempre profunda y llena de fe, durante su matrimonio y especialmente en su viudez; adora los designios de Dios y ora por el alma de su esposo, por sus hijos y por ella misma abandonándose en las manos de Dios, quien por medio de ésta la fortalece y da luz a su vida.

Esta etapa de su vida se ve ensombrecida por el dolor; después del esposo su hijo; después sus padres… Sin embargo se mantiene fuerte, se abraza a la Cruz y comienza un camino de conversión radical. Lo podemos analizar en sus Ejercicios Espirituales de 1896. (Foulkes, 1997)

Podemos descubrir a través de sus propósitos el gran valor que da a la intimidad con Dios. 16 puntos van relacionados con la oración y los demás con el trato con su prójimo. (pág. 52) (Foulkes, 1997)

Con su oración, ejemplo y palabras muchos se acercaban a Dios, especialmente siendo Ministra en la Tercera Orden de San Francisco. Su crecimiento espiritual proyectaba una gran entereza moral y una confianza en Dios sin límites y cada vez se sentía más unida con el Señor.

El apostolado durante su viudez también tuvo como fundamento la oración.  En cuaresma acostumbraba a rezar el Santo Viacrucis al aire libre, siguiendo las catorce estaciones marcadas, lo hacía descalza y en profundísima oración (pag. 59) (Foulkes, 1997).  También preparaba su alma por medio de ejercicios espirituales a los que asistía año con año.

 

La oración en su vida como religiosa

En el recogimiento, silencio y oración fervorosa ante Jesús, la Sierva de Dios descubre la voluntad divina.  ¡Se dará por completo al Señor!  Fundará una nueva Congregación en la que Jesús Sacramentado sea el centro y el Todo de su vida.  ¡Cuántas oraciones!  ¡Cuánta incertidumbre!  ¡Cuántos temores!  Pero la Sierva de Dios atrajo gracias del cielo y la obra surgió.

La Piedad de la Madre Refugio respondía a los esquemas religiosos y a las mentalidades de su tiempo: se formó a finales del Siglo XIX, inició un nuevo camino de vida espiritual a principios de este siglo.  Ella ha sabido llegar a lo esencial de la oración, del mismo Evangelio, asumiendo los valores de personas y grupos que más han influido en su experiencia.  Ha roto de algún modo los moldes de su tiempo y ha sabido ir modelando un tipo de figura y camino espiritual que sigue siendo importante en nuestros días.

Ella dio a Dios el culto que le es debido de adoración durante toda su vida y sus días como religiosa se deslizaban en un ambiente de caridad y de alegría espiritual, la cual quería transmitir a todas sus hijas.

Por lo general hacía su oración en su oratorio privado; escuchaba la Santa Misa desde la tribuna que estaba en el coro donde asistía la comunidad para todos los actos de piedad. Con devoción y recogimiento participaba en el Santo Sacrificio del Altar y recibía la Sagrada Comunión, no le gustaba que se le interrumpiera en su oración, después de la Comunión.

Diariamente se le veía rezando el Santo Rosario al pasear por los corredores o revisando el aseo de la casa, con una mano en la bolsa de su hábito, pasando las cuentas del rosario o meditando alguna jaculatoria (POSITIO, 1997, pág. 607)

En su oración tenía una fe viva para ver a Dios, para sus horas de guardia tenía un amor grande, por ningún motivo faltaba a su cita con Jesús Sacramentado; su caridad y sus oraciones a todos abarcaba y no tenía límites; tenía una fuerza de atracción para llevar las almas a Dios, no sólo oraba por ella misma y su comunidad, sino también por todas las personas, haciendo mención especial por la conversión de los pecadores.

El reverendo Padre Fray Alfredo Scotti, aseguró el haberla visto tantas veces de rodillas ante Jesús Sacramentado, orando inmóvil con fervor para arrancarle bendiciones para su obra.  El Señor no se hizo sordo a sus ruegos, le concedió ver a su Congregación ya de derecho Diocesano y extendida a varias naciones.

En tiempos de persecución se pasaba noches enteras de rodillas al pie del Sagrario, implorando a Jesús Sacramentado demostrara en alguna forma su voluntad.  Oraba llena de confianza y se abandonaba en brazos de la Divina Providencia dejando a todas sus hijas, a la Patria y a los mexicanos en las manos de Jesús Eucaristía. Su ferviente oración le da fuerzas durante los aciagos años de la persecución religiosa.  Reúne a todas sus hijas y ora, da gracias a Dios que así lo ha dispuesto y dice: “demos gracias a Dios, Él no nos ha de faltar… El nos abrirá camino”, y con gran serenidad y confianza en Dios, ora allí a los pies de Jesús Sacramentado y en ésta cobra fuerza y valor para continuar por la vía que Él quería.

Su gran deseo de que todas sus hijas amaran a Jesús Sacramentado se manifestaba en la celebración de las fiestas litúrgicas en su honor, estas fiestas eran para ella un momento para que todas se unieran en solemnes actos de adoración a Dios; para ello se preparaba con oraciones, novenas especiales, lecturas y meditaciones sobre los misterios que se celebraban, como por ejemplo: Navidad, la Encarnación del Divino Verbo, Triduo Pascual, Corpus Christi y Asunción de María.

Sus grandes devociones:

En su ideal cristiano podemos apreciar una gran amplitud espiritual.  Ha sabido centrarse en lo esencial, recorriendo desde el centro de la Eucaristía las líneas maestras del mensaje cristiano.

Devoción a la Santísima Trinidad: 

Nuestra venerable Madre Fundadora era muy fervorosa en su vida espiritual, amaba mucho a las tres personas de la Santísima Trinidad y lo transmitió a sus hijas recordando este misterio con el rezo del Trisagio en diversos momentos y días dedicados a la Divina Providencia.  Nuestra Madre unió el aspecto Trinitario a los más pobres, por ejemplo: brindar becas a las familias pobres para que pudieran estudiar sus hijas en los Colegios.

 

Devoción a Jesús Niño

Esta devoción especial le hacía vibrar de amor. Acostumbraba a honrar a Jesús en la novena de Navidad, adornaba la casa poniendo varios nacimientos, para que las hermanas tuvieran presente este misterio de amor.

Invitaba a sus hermanas a prepararse con jaculatorias, con actos de amor y sacrificios. Exhortaba a preparar un ajuar al Niño Jesús ofreciendo un acto de virtud por cada prenda de vestir. Además, motivaba a reflexionar sobre el misterio, hacer comentarios alusivos, rezando el rosario y cantando villancicos. (POSITIO, 1997, pág. 536)

Después de celebrar la Navidad se renovaban los votos, una expresión de amor al Esposo Eucarístico.

 

Devoción a Cristo en su pasión: 

El misterio de la Redención y la Pasión de Cristo eran también motivo de profunda consideración y amor para el alma de la Madre Refugio. El tiempo de Cuaresma y Semana Santa, ella y sus hijas lo vivían de un modo especial, con rezos y lecturas, consideraciones y meditaciones sobre este misterio santo y con mortificaciones corporales y disciplinas, insistiendo siempre que la mejor mortificación es obrar con caridad.

Especialmente en la figura de Cristo despreciado, encuentra la Madre Refugio su experiencia más profunda: se ha sentido llamada a amar, ha descubierto en Jesús al gran amigo que se ofrece en su debilidad. (POSITIO, 1997)

 

Devoción a Jesús Eucaristía: 

Es ya sabido que toda su vida de oración y apostolado, la centró en Cristo Eucaristía.  Cristo es Eucaristía como presencia de vida y amor entre los hombres. Así también ella se convierte en esa Eucaristía que coopera con Cristo Redentor en la liberación de la niñez y juventud.

Existen numerosos testimonios de este profundo amor a Jesús Eucaristía; ya se ha hablado sobre esto a lo largo del presente documento, pero vale la pena mencionar el gran amor de predilección de Jesús para su Amada esposa: su aparición milagrosa.

Ante esta expresión de amor María del Refugio responde con fe. Mientras las hermanas corrían a comprobar este milagro, ella espera sentada, con la certeza de que Jesús está en la Eucaristía.

En los momentos de prueba y de enfermedad le queda el consuelo de que “entre papeles tiene a Jesús Eucaristía”, pues en tiempos de persecución ocultaba al Santísimo en su escritorio. (POSITIO, 1997)

 

Devoción mariana: 

Su profundísimo amor a María Santísima, siempre lo manifestó en sus oraciones, especialmente a MARÍA DE GUADALUPE, su Virgen más querida.  Ella la amaba y la invocaba con fe en todos los trances de su vida. La Madre Refugio ha sabido y destacado que María es transparencia del Espíritu Santo, en su forma de unir su devoción al Espíritu y María. Esa transparencia de SANTA MARÍA DEL ESPÍRITU SANTO, la vive en toda su vida.

 

En su advocación de MARÍA DE LA MERCED, la Madre Refugio encuentra el ejemplo del amor misericordioso, ella sabe unir esta devoción a MARÍA DE GUADALUPE; para ella son dos advocaciones que se implican y complementan mutuamente, que la Virgen de Guadalupe, protectora de los más pobres (indígenas) es la misma Virgen de la Merced, liberadora de cautivos; por eso no hubo dificultad para inculcar y mantener la devoción de  Guadalupe, sabiendo que la patrona fundamental de la Congregación es la Virgen de la Merced, de quien lleva especialmente a la niñez y juventud el mensaje de libertad que viene siendo el resultado de una ferviente oración redentora. Ella anhelaba que sus religiosas tuvieran una especial devoción a María Santísima, rezando el Santo Rosario y ofreciéndole la memoria para recodarla, el entendimiento para conocerla y la voluntad para amarla. 

 

La oración en su enfermedad y agonía.

Ella misma confiesa que su cuerpo se siente cansado y enfermo, pero no se queja, no se lamenta. Pero ese momento de su vida en que intensifica más su oración y en el que más fuertemente se adhiere a la voluntad santísima de Dios.

Es la hora de su Oración vespertina…La hora del alzar de sus brazos ya cansados por los rudos trabajos del día, la hora de ofrecer con ellos su oblación al Dador de todo bien… ora constantemente…

Invocaba a Dios con breves, pero fervorosas jaculatorias; a la Virgen María a quien amaba con ternura especial… ¡María, mi buena Madre, no me desampares!

Las noches eran por lo general muy pesadas para la Venerable Madre, el enemigo de las almas la molestaba continuamente.  Ella con su rosario en mano y su confianza en Dios, se lo alejaba.

 

En sus últimos días pidió mucho por sus Hijas y por su Obra.  También invocaba a San José, patrono de la buena muerte. (Foulkes, 1997, pág. 298)

María del Refugio dejó para nosotras un camino bien trazado y con grandes fundamentos, todos ellos fruto de su gran experiencia personal de Dios.   Nada nos encomendó hacer que ella no hubiera hecho primero.  Cada acto de piedad bien realizado es un peldaño hacia la perfección.

En todos los documentos, herencia para la Congregación, nos dejan ver su gran anhelo para que alcancemos la Santidad.

Sea ella nuestra amada madre, quien se digne interceder por cada una de nosotras sus hijas, y nosotras confiadas en que, siendo fieles, sobre todo en nuestra Guardia, ella nos ganará el cielo.

Terminamos esta reflexión con sus palabras: “Nuestro Señor Sacramentado sea siempre nuestro camino y nuestra vida, y la Virgen Santísima nuestra Madre, nos alcance esta singular merced y bendiga nuestro amadísimo Apostolado”.

 

 

REFERENCIAS

Pikaza, Xabier. María del Refugio Aguilar, vida y mensaje. México. 1994.

Foulkes, George. María del Refugio, madre, esposa y religiosa. México. 1997.

Positio Super Virtutibus. Mariae a Refugio Aguilar y Torres viduae Cancino. 1997

 

EVANGELIZAR CON MARÍA A LA LUZ DE LA EUCARISTÍA

 

 

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Redefiniendo el carisma

R.M. Guadalupe Aguilar Cancino HMSS


Introducción

La exhortación apostólica Evangelica Testificatio define a la vida religiosa como carisma, al afirmar que “el carisma de la vida religiosa lejos de ser un impulso nacido de la carne y de la sangre originado por una mentalidad que se conforma el mundo presente, el fruto del espíritu santo que actúa en la Iglesia. (N. 11)

Dios, por medio de su Espíritu, es el que interviene en la vida de los fundadores, nos prepara para la misión hace que surja en ellos la inspiración primigenia, les impulsa a emprender la fundación de una obra y les guía en su realización.

Este “Don” del Espíritu en el caso de los fundadores de las diferentes familias religiosas se encarna en una o varias personas concretas, que viven una situación histórica concreta, y que buscan una finalidad concreta.

En María del Refugio Aguilar y Torres, Fundadora de las Hermanas Mercedarias del Santísimo Sacramento, el carisma no irrumpió en forma total en un momento determinado de su propia historia; sino como fruto que el Espíritu Santo fue cultivando en la oración, el silencio y el dolor, a través de los diversos acontecimientos, que vividos a la luz de la fe y en una actitud de búsqueda sincera de la voluntad de Dios, le permitieron tomar conciencia del cometido al que estaba llamada en la Iglesia, y delinear un camino de redención que sería el patrimonio espiritual que legaría a su familia religiosa.

Todo fundador es hombre o mujer de su tiempo; María del Refugio lo fue; y la situación que vivió en su entorno nacional influyó en su concepción del mundo y en su conciencia socio-política y fue determinante para la misión de la fundación que Dios le pedía que realizara.

Al pretender en la presente ponencia definir el carisma, deseo exponer, aunque en forma somera, una sencilla génesis de cómo el Espíritu Santo fue fraguando en María del Refugio como su instrumento, alentándola con su sabiduría, fortaleciéndola en la prueba, e impulsándola para la fundación de esta Obra, con un fin muy concreto: “Conseguir la propia santificación por la profesión de los consejos evangélicos de Castidad, Pobreza y Obediencia en el seguimiento de Cristo Redentor del hombre, teniendo la escuela católica como espacio característico para difundir el amor a Jesús Sacramentado y a María Santísima, liberando al hombre de sus múltiples esclavitudes y promoviéndolo a la libertad de los hijos de Dios.

 

La inestabilidad política y económica de México en el siglo XIX, así como el positivismo y la masonería, repercutieron en la Iglesia en la pérdida de sus bienes temporales, en la promulgación de leyes anticlericales, expulsión de obispos y sacerdotes, cierre de seminarios, supresión de comunidades religiosas, intentos de cisma, cesión de algunos templos sectas protestantes, etc.

Con la llegada de Porfirio Díaz al poder (1876), comenzó un aparente período de paz, orden y progreso material, que duraría por más de 30 años. El gobierno del General Díaz modificó las leyes, pero tolero la práctica religiosa, coyuntura que la Iglesia aprovechó para la reorganización. Durante el régimen, se erigieron 8 nuevas Diócesis, fueron convocados el Quinto Concilio Provincial Mexicano y algunos sínodos diocesanos, funcionaron libremente las escuelas confesionales, lograron pleno desarrollo las asociaciones piadosas de fieles y circularon un gran número de periódicos y revistas católicas.

Comunidades religiosas de España, Italia y Francia (y unas cuantas de otros países) establecieron asilos, hospitales y escuelas para la instrucción de las familias acomodadas. Al mismo tiempo, nuevos institutos surgían en las Diócesis para atender necesidades particulares, sobre todo en los sectores marginados de la población.

Es dentro de este contexto, que María del Refugio Aguilar y Torres recibe la inspiración divina para dar vida a una familia religiosa: el Apostolado de Jesús Eucarístico, que más tarde se convertiría en la congregación de HERMANAS MERCEDARIAS DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO.

María del Refugio Aguilar y Torres nació en San Miguel de Allende, Guanajuato, (México) el 21 de septiembre de 1866, recibiendo las aguas bautismales el día que la Iglesia honra la fiesta de Nuestra Madre Santísima de la Merced. Según la usanza de las familias adineradas de la época, recibió su instrucción en la casa paterna.

En 1886 contrajo matrimonio con Ángel Cancino, recaudador de impuestos y protegido por el presidente Porfirio Díaz, de cuya unión nacieron dos hijos.

Su vida matrimonial fue corta; (Don Ángel falleció el 6 de febrero de 1889), pero fue suficiente para conocer a políticos e intelectuales prominentes conocidos de su esposo, cuyo trato y las lecturas a las que tuvo acceso definieron su percepción de la realidad política y social del momento.

Viuda y con dos hijos, regresó a la casa paterna donde sobrellevó la rutina de una dama de sociedad de la provincia mexicana, viéndose enlutada nuevamente en 1891, por la muerte de su primogénito.

Llevada tal vez por la costumbre de las mujeres de su posición, practicó unos ejercicios espirituales de encierro, de los cuales salió completamente transformada y dedicada a vivir conforme a las enseñanzas evangélicas. Tomó por confesor a Fray José Sánchez Primo, guardián de San Francisco, quién le encaminó hacia la Orden Tercera de Penitencia donde tomó el hábito de novicia el 4 de octubre de 1895, profesó al cumplir el año reglamentario y, con el tiempo, llegó a ser Maestra de novicias y Ministra.

Ya en calidad de terciaria franciscana, dedicó su tiempo al culto del Santísimo Sacramento, a preparar niños a la primera comunión, atender a los enfermos, visitar a los presos y dar de comer a los hambrientos. Usó de su influencia para dar colocación a jóvenes desempleados y defender a los perseguidos o encarcelados injustamente. Todo esto sin desatender la formación religiosa, moral y académica de su hija, quien desde corta edad tenía el anhelo de ser religiosa y maestra.

Porfirio Díaz consolidó su poder, valiéndose del fraude electoral y la represión e instaurando un centralismo presidencial absoluto. Para sanear la economía, impulso el desarrollo industrial, aumentó los impuestos y redujo el número de servidores públicos. Atrajo al capital extranjero estableciendo condiciones favorables al inversionista, como la prohibición de la huelga, jornadas laborales de 16 horas y sueldos miserables.

María del Refugio fue víctima de las injusticias del régimen. Cuando murió su esposo (uno de los empleados más leales y honestos de la administración, en palabras del Secretario Particular del Presidente de la República), quedó desprovista, sin pensión ni ayuda de ninguna clase, ni siquiera para los gastos del funeral o traslado a San Miguel de Allende. Hacia fines del siglo, un revés de fortuna obligó a su padre a buscar un empleo fijo, mismo que ella solicitó a las más altas autoridades, recordándoles los servicios prestados por el señor Ángel Cancino a la Nación y expresamente al General Díaz y a su secretario el señor Chousal, aunque de nada le sirvieron sus argumentos.

En 1904, deseosa de dar a su hija la instrucción necesaria para llegar a ser una profesora competente y de mudarla a un ambiente que la preservará de los peligros del mundo, solicitó al gobierno una beca para la ”Nueva Enseñanza” de Guadalupe Hidalgo, donde conocía a la priora y algunas de las religiosas. Nuevamente fue desatendida su petición, pese a que algunos funcionarios influyentes, pero ciertamente menos necesitados, habían obtenido este tipo de ayuda.

Con gran esfuerzo pudo, sus propios medios, colocarla en el Colegio Teresiano de Mixcoac, donde pasaría el año siguiente al de Morelia para titularse de maestra normalista en octubre de 1907.

María del Refugio no sólo no estaba conforme ante los abusos del sistema; le preocupaba además el futuro al que conduciría los errores de la enseñanza atea y del proselitismo protestante.

La recepción frecuente del Santísimo en la Eucaristía, la oración contemplativa, los catecismos de primera comunión, y las lecturas espirituales, nutrían su amor a Jesús Sacramentado. Y en la medida en que profundizaba en la vida eucarística, aumentaba su interés por liberar a los hombres de las opresiones del mundo y de sus carencias espirituales y temporales.

Así como ella encontró en la Eucaristía La redención de sus limitaciones humanas y el fundamento para su santificación, pensaba que, para redimir al mundo de sus cautividades, debía formar almas eucarísticas, que a su vez excitaran en otros el amor a Jesús Sacramentado; pues la auténtica piedad eucarística llevaría a los individuos a manifestarse con acciones más justas y en la búsqueda del bien común. Por eso, a la par le interesaba la formación moral y religiosa de la niñez y juventud, así como la sólida instrucción científica y cultural, pues de éstos saldrían los reformadores de la Sociedad.

Su predilección por el apostolado con los niños es evidente en un escrito de 1901, donde dice: “La salvación de los niños es uno de los intereses del Corazón de Jesús; ésta está confiada a nosotros. debemos trabajar por la salvación de los niños: con el buen ejemplo con la palabra y con la oración”.

Las escuelas católicas existentes entonces, no daban una respuesta plena a sus inquietudes; carecían del ideal eucarístico que ella perseguía; eran clasistas, para ricos o pobres, dejando desatendida la clase media o dicho en otras palabras las familias “educadas”, pero sin recursos para costear las colegiaturas de sus hijos. Además, veía que los colegios regentados por religiosos extranjeros, poco hacían por cambiar las condiciones prevalecientes de injusticia, pues lejos de concientizar y motivar a los educandos en este sentido, se les formaba en los valores lengua e historia de otras naciones.

En noviembre de 1904 conoció al presbítero Vicente María Zaragoza, quien tenía en mente la fundación de un Instituto religioso con los fines y el espíritu que a ella le animaban. Pronto la convenció a colaborar con él, pues resistiéndose a ser fundadora, pretendió ingresar al Carmelo Descalzo o a la Compañía de María; no consiguiéndolo por dificultades habidas en esas Comunidades con el Señor Arzobispo de México. En los obstáculos descubrió seguramente, los signos providenciales que despejaron las dudas sobre su vocación.

Con el proyecto de fundación en mente, pasó en enero de 1908 al pensionado de la compañía de María, en la Ciudad de México, acompañada de su hija, quién también había sido contratada por las religiosas de Nuestra Señora para enseñar en su colegio anexo. Durante su estancia hizo votos privados y observó la marcha de la comunidad y del colegio, redactando por ese tiempo el reglamento y manual de oraciones para sus establecimientos futuros.

La fundación del Instituto, conocido en sus primeros años como “Apostolado de Jesús Eucarístico”, tuvo lugar el 25 de marzo de 1910, siendo socios fundadores María del Refugio Aguilar y Torres, Guadalupe Hernández viuda de Velázquez y una señorita que no perseveró.

A los pocos días, el 15 de abril, se hizo la inauguración del primer Colegio, llamado del “Santísimo Sacramento” la dirección académica fue encomendada a Refugio Cancino Aguilar (su hija) y la atención espiritual al padre Zaragoza.

El proyecto educativo de la Madre María del Refugio no se limitaba a las aulas, sino que el testimonio de la hermana portera, de la hermana cocinera, de la hermana sacristana, o de cualquier oficio que desempeñara la religiosa, lo consideraba parte de la acción educativa; asimismo, todas las actividades dentro de la jornada escolar, ya fueran en la capilla, el recreo, el refectorio o en labores.

Según el proyecto original, Las profesoras recibirían su capacitación en “Normales Eucarísticas”, para que ejercieran su vocación enseñando a descubrir a Jesús Sacramentado como centro de todas las ciencias y para que lo hicieran aplicando el método pedagógico dinámico-integral característico del instituto. Fomentarán además la espiritualidad Eucarístico – Mariana en los alumnos, visitando con ellos al Santísimo Sacramento, orientándolos en las lecturas y promoviendo las sociedades piadosas establecidas en los colegios.

En cuanto a los estímulos se acostumbraban en los primeros años obsequiar libros formativos a las estudiantes más sobresalientes, pero más que premiar el buen comportamiento o el aprovechamiento de los estudios, regía la idea de concientizar sobre el deber de hacer las cosas lo mejor posible, aun cuando el hacerlo no significará el reconocimiento de los hombres.

María del Refugio valoraba además el apostolado con las familias de sus educandos, pues consideraba que de poco serviría el trabajo de las hermanas, si los padres y hermanos no secundaban sus enseñanzas. es por esto que siempre estaba asequible a ellos, animándolos, aconsejándolos y muchas veces ayudándolos aún en lo material. Podrían además las familias, participar en las celebraciones litúrgicas e incluso pertenecer a las asociaciones piadosas erigidas en la Capilla semipública del Colegio.

Los Colegios contarían con bibliotecas al servicio de las familias, cuyas colecciones ayudaran a propagar el conocimiento y el reinado de Jesús Eucarístico en la juventud y en los hogares, promover la comunión reparadora, la comunión diaria y la devoción a la Santísima Virgen. Con el mismo fin la Congregación emprendería la tarea de editar libros y revistas. Las bibliotecas, consideradas en las primeras constituciones aprobadas entre las obras de apostolado propias del Instituto, No llegaron a concretarse por las persecuciones religiosas y posiblemente, por la falta de recursos técnicos para su funcionamiento. El segundo propósito, en cambio, comenzó a ponerse en práctica en 1930 con la publicación de las revistas: Eucaristía y Eucaristía y Redención.

Los destinatarios del apostolado de las Hermanas Mercedarias del Santísimo Sacramento, según la idea de María del Refugio, no son únicamente los alumnos y sus familias. Le preocupaban los jóvenes, para quienes estableció un pensionado anexo al colegio; y las huérfanas, a quienes amparó con especial dedicación.

Su preocupación por los pobres la llevó a despertar el mismo interés en las colegialas, para quienes organizaba visitas y convivencias con los asilados en la Cuna Católica y en la Divina Infantita. Con la aportación voluntaria de los padres de familia en especie más que económica, distribuía despensas a familias necesitadas y durante algún tiempo daba alimentos a gran número de pobres. En las revoluciones y persecuciones que siguieron a la fundación dio refugio en los Colegios a familias enteras y becó a numerosas niñas de familias que habían perdido sus bienes; en los días más trágicos, estableció un puesto de socorros donde auxiliaban a los heridos.

El arzobispo Mora y del Río, concedió en 1909 el permiso para vivir en comunidad experimentando la vida religiosa, pero la aprobación canónica encontró diversos obstáculos: poco empeño de los Obispos y Procuradores comisionados para tramitarla en Roma, extravío de la correspondencia, exilio de Monseñor Mora y del Río, Primera Guerra Mundial etcétera. La relación con el Padre Zaragoza la complicaba aún más, pues él era un sacerdote de gran celo apostólico, enamorado del Santísimo Sacramento, pero inexperto en asuntos de religiosos, perseguido por los gobiernos revolucionarios e incomprendido por sus Prelados; cansado de los contratiempos, dejó la organización del Instituto, conformándose con su capellanía del Colegio .

El Canciller de la Curia Arquidiocesana dirigió a las hermanas durante algún tiempo, hasta que, a finales de 1918, El Arzobispo de México nombró a Fray Alfredo Scotti, Mercedario, Director y Visitador, para decidir el futuro de la Comunidad.

El 10 de febrero de 1919 entregó el Padre Scotti su informe, recomendando tramitar la aprobación, por tener el Instituto la peculiaridad de valerse de la enseñanza para formar almas eucarísticas. Vistas sus razones y comentarios encomiásticos respecto al espíritu y observancia religiosas, Monseñor Mora confió al Padre Scotti la revisión de las Constituciones y todo lo concerniente a la organización canónica.

La dirección del padre Scotti coincidió con el aumento de vocaciones (entre ellas la hija de la Madre Fundadora) y por consiguiente, con la apertura de las primeras casas filiales.

Una vez aprobadas las constituciones por el Señor Arzobispo y reunidas las Comendaticias del Episcopado, partió el Padre Scotti a Roma, presentando la documentación en la Sagrada Congregación de Religiosos el primero de junio de 1922. Tan sólo dos semanas después, el 15 de junio, la Santa sede concedió el permiso para la erección canónica de las Hermanas del Apostolado del Santísimo Sacramento en México, la cual fue decretada el 25 de noviembre de 1922.

En agradecimiento a los favores recibidos por intercesión de nuestra Madre Santísima de la Merced, así como por el espíritu Eucarístico Mariano del Instituto, la Madre María del Refugio y su y su Consejo solicitaron, en 1922, la agregación a la Orden. La cédula fue concedida tres años después, con fecha 11 de julio de 1925, siendo desde entonces “Religiosas Eucarísticas Mercedarias”. (1)

En 1925 principió la expansión ultramarina del Instituto, al fundar un Colegio Eucarístico en Placetas, Cuba. El año siguiente, con el recrudecimiento de la persecución religiosa y la proscripción de la Escuela Católica en México, abrió la Congregación las primeras Casas en los Estados Unidos de América, en El Salvador y una segunda en Cuba; en 1927 en Chile y en España y en 1929 en Italia y en Colombia.

Estas fundaciones prosperaron, debido, en parte, a que la instrucción en los Colegios Eucarísticos rescata los valores nacionales, pero perfeccionados por el sentido Universal de la Iglesia, con lo que resultan cristianos comprometidos en la búsqueda del bien común y miembros útiles a la sociedad.

Un Mercedario chileno, Fray Luis Márquez Eizaguirre, fue el instrumento providencial para que algunas de las fundaciones se llevarán a cabo, concretamente las de Chile, Colombia e Italia. La primera la sugirió a leer una carta de la Madre María del Refugio al Maestro General de la Orden, donde le narraba la situación por la que atravesaba en las comunidades religiosas en México durante la persecución Callista; mientras que las dos últimas, aconsejadas también por él, fueron fruto del entusiasmo y cariño que tomó por la Congregación, después de pasar varias semanas en la Casa General y en el Colegio de La Habana en 1928. (2)

En México la situación seguía sin visos de mejoría para la Iglesia y particularmente para la Congregación: la Madre María del Refugio, delicada de salud  y resignada al apoyo que el Padre Scotti le pudiera dar en sus cartas, pues había marchado a los Estados Unidos; veía extinguirse las Obras; de ocho colegios existentes en México en 1926, para 1930 únicamente funcionaban cuatro, clandestinamente y con número muy reducido de alumnas; sufría la amenaza de expropiación de la Casa General, lo que finalmente sucedió el 8 de septiembre de 1930, cuando los agentes del gobierno tomaron posesión del inmueble, expulsando arbitrariamente a las Hermanas.

Los últimos años de su vida los pasó la Madre María del Refugio mudando de una casa a otra, en compañía de su Consejo Generalicio, de algunas postulantes y las niñas que integraban su “Obra de Infancia”.

Falleció el 24 de abril de 1937, dejando consolidada la Congregación en ocho naciones y con proyectos apostólicos en mente (fundaciones de Colegios Eucarísticos en tierras de misión), que no llegó a ver realizados. Su hija, Madre María Teresa Cancino fue la sucesora elegida por el Instituto para continuar la obra que iniciara su madre.

El proceso de beatificación de la Sierva de Dios María del Refugio Aguilar y Torres quedó abierto el 28 de octubre de 1982.


Notas:

  1. El nombre “Hermanas Mercedarias del Santísimo Sacramento” fue dado por la Sede Apostólica el 22 de julio de 1948, al conceder el Decreto Laudatorio.

 

  1. Fray Luis Márquez Eizaguirre publicó en 1929 el diario de su viaje, titulado: En México Ensangrentado.

 

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PROCESO DE CANONIZACIÓN

VENERABLE MARÍA DEL REFUGIO AGUILAR Y TORRES

 

Las Hermanas Mercedarias del Santísimo Sacramento reconocen la vida de María del Refugio, como un ejemplo de seguimiento de Cristo, en la vivencia heroica de las virtudes de Humildad, caridad y alegría. Para ello se inicia un proceso de reconocimiento de su vida y virtudes, mediante la recopilación de todo el material posible para este fin.

 

Postuladores

El Postulador es la persona encargada de hacer los trámites ante la Sede Apostólica en la Congregación para la causa de los Santos y preparar todo el material que para ello se requiere. En la causa han trabajado tres postuladores con gran afán tratando de hacer realidad lo que todavía es un objetivo a conseguir; ellos son P. Felipe Nava O. de M. Don Pietro Naruszewicz y el Lic. George Herbert Foulkes, quien continúa con esta misión. 

 

Las hermanas que han colaborado en la causa a través de estos años han sido:

  1. Ma. De Lourdes Casillas, M. Ma. De los Dolores Aguilar Santamaría, M. Magdalena Álvarez Organista y M. Guadalupe Aguilar Cancino.

 

El día 2 de abril de 1982 el excelentísimo Señor Don Ernesto Corripio Ahumada, por la gracia de Dios y de la Sede Apostólica Cardenal de la Iglesia Romana y Arzobispo Primado de México, hizo público el EDICTO, en el que se le reconoce como Sierva de Dios y se abre públicamente el proceso de canonización.

 

Decreto de venerable

En Roma, el 16 del mes de julio del Año del Señor 2015 se publicó el decreto de Venerable de la Sierva de Dios María del Refugio Aguilar y Torres, viuda de Cancino, fundadora de la Congregación de Hermanas Mercedarias del Santísimo Sacramento.

 

Oración para alcanzar una gracia:

Oh Padre Celestial, dígnate concedernos la gracia

 de ver elevada al honor de los altares a tu Sierva 

María del Refugio, 

quien para corresponder a los anhelos de su corazón fundó esta Congregación destinada a difundir el amor al 

Santísimo Sacramento

mediante la educación cristiana de la niñez y juventud,

Concédenos por su intercesión la gracia que te pedimos (se hace la petición)

 

Te lo rogamos por tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Amén

 

Si ha recibido algún favor a través de la Venerable María del Refugio favor de comunicarse con M. Guadalupe Aguilar Cancino:

Fernández Leal 130

Barrio del Niño Jesús

Coyoacán 04330

Ciudad de México, México

Teléfonos: (52) 55544185 / (52) 55544003

correo electrónico: gaguilar2@yahoo.com.mx

 

 

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VJE

MARÍA DEL REFUGIO AGUILAR Y TORRES


María del Refugio Aguilar y Torres, nació el 21 de septiembre de 1866, en la Ciudad de San Miguel de Allende, Guanajuato. La primera de 8 hermanos creció en un ambiente de fe y caridad. Dejó ver desde pequeña su amor a Jesús Eucaristía. A
los 20 años su padre la dio en matrimonio  al señor Ángel Cancino Arce, con quien tuvo dos hijos y en febrero de 1889 murió, dejando sola a la joven madre. María del Refugio regresó a la casa paterna y se dedicó a sus hijos. Poco después murió su primogénito.

En San Miguel, María del Refugio se dedicó a obras de caridad (visita a los enfermos, encarcelados, ayuda al pobre), a la catequesis e ingresó como miembro de la tercera orden franciscana seglar, llegando a ser ministra y maestra de novicias.

Su hija, Refugio Teresa, se trasladó a la ciudad de Morelia a estudiar para profesora; razón por la cual María del Refugio se desplazaba con cierta frecuencia a este lugar y en el que providencialmente conoció al Padre Vicente María Zaragoza, diocesano, y con quien compartió el profundo amor a Jesús Eucaristía.

En esta época María del Refugio manifestó sus deseos de consagrarse a Dios de manera formal, puesto que en sus ejercicios espirituales en 1896 hizo voto privado de castidad. Una vez que comunicó sus intenciones al Padre Zaragoza comenzaron el proyecto de fundación de una obra que se dedicara a la adoración al Santísimo Sacramento y a la educación cristiana de la niñez y juventud. 

En 1910 se fundó el Apostolado de Jesús Eucarístico, ahora Hermanas Mercedarias del Santísimo Sacramento; en medio de dificultades, persecuciones y oposiciones se levantó la figura firme, decidida y valiente de María del Refugio y las cofundadoras, quienes perseveraron y dieron vida a esta Familia religiosa. Recibimos la aprobación diocesana en 1922, la Agregación a la Orden de la Merced en 1925 y la aprobación pontificia en 1948.

Su afán de crear colegios fue para acercar a los niños y jóvenes a la Sagrada Eucaristía que la llevó a abrir colegios en diferentes países como: México, Cuba, Estados Unidos, El Salvador, Chile, España, Colombia, Italia, Venezuela, Honduras, Guatemala, Costa Rica y Mozambique; todos ellos con el mismo fin : EXTENDER EL REINO DE CRISTO EUCARISTÍA. María del Refugio Aguilar, Madre, Religiosa y Hermana . murió el 24 de Abril de 1937, en la ciudad de México, dejando en el pueblo de Dios una familia religiosa capaz de cuidar a sus educandos y acercarlos a Jesús Eucaristía. Tenía 70 años de edad y 27 años desde que fundó su congregación, la cual se ha transformado, con el correr de los años en una familia educativa EUCARÍSTICA MERCEDARIA.

 

 

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PASTORAL VOCACIONAL

Las Hermanas Mercedarias del Santísimo Sacramento brindaremos una atención especial y permanente a la promoción vocacional, comprendiendo que la dimensión vocacional atraviesa todas las etapas de la vida. Procuraremos en primer lugar que nuestras comunidades irradien acogida, preocupación, testimonio y acompañamiento a las jóvenes a fin de que busquen a Cristo y quieran ser sus discípulas. En segundo lugar, ofreceremos nuestra identidad y estilo de vida en nuestras obras apostólicas a fin de lograr una cultura vocacional, conociendo y cultivando las vocaciones en los diversos ambientes, con la certeza de que Jesús sigue llamando jóvenes para estar con Él y para enviarlas a anunciar el Reino de Dios. En tercer lugar, nos esforzaremos por vivir nuestra vocación de eucarísticas mercedarias con convicción y alegría a fin de hacer visible la belleza de seguir a Cristo Redentor en su Misterio Eucarístico. En cuarto lugar, trabajaremos en la promoción y acompañamiento de las vocaciones para que nuestro carisma continúe vivo.

En cada Comunidad del Instituto hay una promotora vocacional que ayuda a orientar y acompañar a todos aquellos vocacionados.

Orientan en el proceso vocacional para descubrir la misión de la persona en los diferentes estados de vida: Celibato, Matrimonio, Sacerdocio, Vida consagrada

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