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En este artículo se presenta el perfil humano y espiritual de la Venerable Madre María del Refugio Aguilar y Torres, redactado por el perito historiador   George H. Foulkes quien ha investigado y escrito varias obras sobre la vida y obra de la Venerable María del Refugio. 





Perfil humano


En cuanto al carácter de María del Refugio, se puede definir como abierto, extrovertido, con dotes de líder, fuerte, con capacidad para enfrentar retos, con gran confianza en sí misma, emprendedora, alegre, organizada, magnánima, decidida, valiente. Una mujer con gran presencia física, guapa, inteligente, amable, muy educada, y, sobre todo, brillante en la caridad.  Se podría abundar en ejemplos sobre estas cualidades, pero basta mencionar detalles sobre su vida.

La Congregación fue fundada en 1910 y empezó a desarrollarse en el marco de acontecimientos connotados por una pesada carga antirreligiosa y anticlerical: la Revolución Mexicana (1910-1920), la llamada “Decena Trágica” (9-19 de febrero de 1913); y la Cristiada o “Guerra Cristera” (1926-1929). Cada uno de estos sangrientos episodios de la historia mexicana, fue ocasión para acrisolar la fortaleza y la entrega generosa de María del Refugio a su ideal de servir a Jesús en sus hermanos. Muestra de su tesón y perseverancia fue la misma fundación de la Congregación, pues el reconocimiento de ésta por parte de la competente autoridad eclesiástica, tuvo que pasar por muchas dificultades y sinsabores (Correa, 1985, p.95).

 En tiempos de la persecución religiosa, 1926-1929, mostró con heroísmo su protección maternal enviando a sus religiosas a diferentes países para defenderlas de la aplicación de la legislación y políticas públicas del gobierno de Plutarco Elías Calles, sobre todo de la llamada “Ley Calles”, que prohibía la existencia de las comunidades religiosas (1926). Las novicias fueron enviadas a Estados Unidos (Fernández Barrajón, 2007, p.84).

Y entre muchos otros detalles, quiso mostrar su magnanimidad adoptando a niñas huérfanas y/ o necesitadas, de diferentes lugares para darles un hogar y una formación integral, salvaguardándolas de los peligros. Tres de ellas viven actualmente: Beatriz, María de los Dolores y Guadalupe. Las dos últimas son religiosas de la Congregación fundada por María del Refugio, su mamá adoptiva (Foulkes, 2006, p.179).

Tenía una caridad solícita, desde su infancia y hasta el día de su muerte. Siendo muy pequeña, supo desprenderse hasta de la ropa que llevaba puesta, como lo menciona Fernández Barrajón en su libro Hebras de luz (2007, p.111). Una vez que enviudó y regresó a San Miguel, se dedicó a hacer el bien, de tal forma que se la  llamaba: “El ángel de la sociedad de San Miguel”, según el testimonio de Mariana Bárcena (Pikaza, 1994, p. 44).

1915 fue conocido como el “Año del Hambre”, pues la situación del país era crítica. María del Refugio abrió las puertas del Colegio para alimentar a cerca de cuatrocientas personas que diariamente se acercaban a ella buscando su servicio. Fue hasta 1921 cuando recibió una mención honorífica por parte de la Asociación Mexicana de la Cruz Blanca Neutral (Foulkes, 1997, p.102).

Perfil espiritual (Espiritualidad eucarística)
Hablar de María del Refugio y de su espiritualidad es como mirar al interior de un cristal polifacético, en el cual se descubren muchos aspectos de una misma joya y que la hacen invaluable. La formación recibida de sus padres fue delicada; mostró desde pequeña gran amor a Jesús Eucaristía, a quien gustaba visitar en la Parroquia, a dos cuadras de su casa; cuando se escuchaban las campanas, invitando a los fieles a adorar a Jesús, ella llevaba a sus hermanos y sirvientes a la Iglesia (Pikaza, 1994, p.10).

Desde pequeña hizo de Jesús Eucaristía el centro de su vida, le amó entrañablemente y quiso servirle sin reparo alguno; a los doce años hizo su Primera Comunión y se convirtió en catequista, enseñando a los demás a amar a Jesús.

Viuda y viviendo en San Miguel de Allende hizo Ejercicios Espirituales en 1896; uno de sus propósitos fue “mi devoción predilecta será al Sagrado Corazón de Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar; a Él visitaré con frecuencia, a Él daré mis quejas y no a las gentes, a Él presentaré mis aflicciones y a Él le doy mi corazón” (Foulkes, María del Refugio madre, esposa y religiosa, 1997, p. 313).

 Hay numerosos testimonios de su amor a la Eucaristía, las largas horas que pasaba ante Jesús orando por sus hijas y por su obra. Se sentía profundamente amada por Dios y eso la impulsó durante su vida.

Este amor a la Eucaristía se fundamentaba en una fe inquebrantable; prueba de ello es que en 1920 la Congregación recibió un milagro: la aparición del Sagrado Corazón en la Hostia Consagrada mientras se encontraban en Misa. Durante un tiempo se repitió el milagro; pero cierta vez, mientras estaban reunidas en comunidad, entró una hermana anunciando que en la Hostia se veía el Sagrado Corazón; todas las hermanas que estaban ahí corrieron para ver el milagro; María del Refugio se quedó en su lugar y cuando le preguntaron el por qué no había ido a la Capilla ella respondió: “Yo sé que nuestro Señor está en la Hostia Consagrada y no necesito ir para creer” (Pikaza, 1994, p.244).

En el estudio hecho por la Hermana Leticia Rodríguez Acosta (2000. p. 108) sobre las Constituciones de la Congregación, resaltan las siguientes ideas: “El amor intenso a Jesús Sacramentado, la educación cristiana a la niñez y juventud a partir de la adoración eucarística; la participación eucarística, preparación y frecuencia de los sacramentos para una vida cristiana auténtica y la Adoración Eucarística”.  Como puede observarse, son rasgos que definen una espiritualidad profunda y práctica a la vez pues no se queda en lo “bonito” o en cuestiones de fe, sino que lo ejercita en su vida diaria.


Espiritualidad mariana
Fue una mujer profundamente mariana (Pikaza, 1994, p.246), su amor a María se muestra principalmente en cuatro advocaciones. Se describen a continuación por la relación que tienen con su estilo pedagógico.

María de los Dolores
Xabier Pikaza relaciona esta advocación con la Virgen de la Merced, pues ambas advocaciones se refieren a la actitud de María ante el dolor; en la primera, María sufre en sí los dolores de su Hijo en el Calvario; en la segunda, María acude al llamado de sus hijos que sufren por causa de su fe.
 María del Refugio tiene especial devoción y la manifiesta acudiendo a la ermita que se encuentra en esta ciudad para orar. Se dice que el Viernes Santo ella subía a dicha ermita como señal de penitencia y bajaba de ella descalza. Cabe mencionar que la calle en donde está la ermita es una subida pronunciada.

María de Guadalupe
Madre de todos los mexicanos, madre que solícita atiende al llamado de la nación que sufre de la esclavitud, se presenta ante el pobre, ante quien no es tomado en cuenta para ofrecer su regazo maternal.  Para la Congregación naciente, fue la advocación que le acompañó formalmente hasta 1924, como se refiere en las Constituciones “Ad experimentum” de la Congregación del año mencionado: “nuestras patronas principales serán nuestra Reina y Madre Santa María de Guadalupe y nuestra Madre Santísima de la Merced” (Foulkes G. , 1997, p.663)

 María del Espíritu Santo
Reconoce en la Virgen María a la llena de gracia, como transparencia del Espíritu Santo y compone para sus religiosas el “Rosario del Espíritu Santo”, en el que se dirige a Cristo, a María y al Espíritu Santo (Pikaza, 1994). Esta es una novedad en  María del Refugio, fruto de su fe creativa.

 María de la Merced
María de la Merced es una advocación que nació en Barcelona, España en 1218. Acude al llamado de sus hijos que sufren cautiverio a manos de los musulmanes y por causa de su fe. Suscita en Pedro Nolasco los deseos de ayudar a sus hermanos y se funda la Orden de la Bienaventurada Virgen de la Merced, el 18 de agosto de 1218. En 1918 María del Refugio solicita a la Curia Arquidiocesana de México un sacerdote que las orientara, y fue enviado el Padre Fray Alfredo Scotti, religioso Mercedario (Foulkes, 1997, p.144). Él acompañó a las religiosas durante el proceso de aprobación diocesana y en el diario vivir, aconsejándolas, animándolas y orientándolas. Durante este proceso de consolidación de la Congregación tuvieron muchas dificultades, y como un acto de gratitud a la Madre de Dios, en su advocación de la Merced, María del Refugio pidió a la Orden ser agregadas a esta Familia religiosa, poniéndose así, desde el 11 de julio de 1925, bajo la protección de la Redentora de Cautivos (Foulkes 1997, p.217), cambiando su primer nombre, “Apostolado del Santísimo Sacramento” por el de “Religiosas Eucarísticas Mercedarias”.

Este perfil humano y espiritual nos muestran la profundidad y a la vez la sencillez de vida de María del Refugio. Una mujer que descubrió en Dios el centro de su vida y que supo acogerse a la maternal protección de la Santísima Virgen

 
El carisma, como don del Espíritu Santo, se transmite a quienes deciden seguir la vocación magisterial como ministerio, no sólo como un trabajo para subsistir. Es entonces cuando se trasciende y busca la perfección. Son los modelos de vida los que permiten al ser humano tener altos ideales, los que le ayudan a no quedarse con una mirada horizontal, sino le da capacidad de mirar más alto y le impulsa a vivir siempre con deseos de conseguir más.[/md_text][/vc_column][/vc_row]

 
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Redefiniendo el carisma

R.M. Guadalupe Aguilar Cancino HMSS


Introducción

La exhortación apostólica Evangelica Testificatio define a la vida religiosa como carisma, al afirmar que “el carisma de la vida religiosa lejos de ser un impulso nacido de la carne y de la sangre originado por una mentalidad que se conforma el mundo presente, el fruto del espíritu santo que actúa en la Iglesia. (N. 11)

Dios, por medio de su Espíritu, es el que interviene en la vida de los fundadores, nos prepara para la misión hace que surja en ellos la inspiración primigenia, les impulsa a emprender la fundación de una obra y les guía en su realización.

Este “Don” del Espíritu en el caso de los fundadores de las diferentes familias religiosas se encarna en una o varias personas concretas, que viven una situación histórica concreta, y que buscan una finalidad concreta.

En María del Refugio Aguilar y Torres, Fundadora de las Hermanas Mercedarias del Santísimo Sacramento, el carisma no irrumpió en forma total en un momento determinado de su propia historia; sino como fruto que el Espíritu Santo fue cultivando en la oración, el silencio y el dolor, a través de los diversos acontecimientos, que vividos a la luz de la fe y en una actitud de búsqueda sincera de la voluntad de Dios, le permitieron tomar conciencia del cometido al que estaba llamada en la Iglesia, y delinear un camino de redención que sería el patrimonio espiritual que legaría a su familia religiosa.

Todo fundador es hombre o mujer de su tiempo; María del Refugio lo fue; y la situación que vivió en su entorno nacional influyó en su concepción del mundo y en su conciencia socio-política y fue determinante para la misión de la fundación que Dios le pedía que realizara.

Al pretender en la presente ponencia definir el carisma, deseo exponer, aunque en forma somera, una sencilla génesis de cómo el Espíritu Santo fue fraguando en María del Refugio como su instrumento, alentándola con su sabiduría, fortaleciéndola en la prueba, e impulsándola para la fundación de esta Obra, con un fin muy concreto: “Conseguir la propia santificación por la profesión de los consejos evangélicos de Castidad, Pobreza y Obediencia en el seguimiento de Cristo Redentor del hombre, teniendo la escuela católica como espacio característico para difundir el amor a Jesús Sacramentado y a María Santísima, liberando al hombre de sus múltiples esclavitudes y promoviéndolo a la libertad de los hijos de Dios.

 

La inestabilidad política y económica de México en el siglo XIX, así como el positivismo y la masonería, repercutieron en la Iglesia en la pérdida de sus bienes temporales, en la promulgación de leyes anticlericales, expulsión de obispos y sacerdotes, cierre de seminarios, supresión de comunidades religiosas, intentos de cisma, cesión de algunos templos sectas protestantes, etc.

Con la llegada de Porfirio Díaz al poder (1876), comenzó un aparente período de paz, orden y progreso material, que duraría por más de 30 años. El gobierno del General Díaz modificó las leyes, pero tolero la práctica religiosa, coyuntura que la Iglesia aprovechó para la reorganización. Durante el régimen, se erigieron 8 nuevas Diócesis, fueron convocados el Quinto Concilio Provincial Mexicano y algunos sínodos diocesanos, funcionaron libremente las escuelas confesionales, lograron pleno desarrollo las asociaciones piadosas de fieles y circularon un gran número de periódicos y revistas católicas.

Comunidades religiosas de España, Italia y Francia (y unas cuantas de otros países) establecieron asilos, hospitales y escuelas para la instrucción de las familias acomodadas. Al mismo tiempo, nuevos institutos surgían en las Diócesis para atender necesidades particulares, sobre todo en los sectores marginados de la población.

Es dentro de este contexto, que María del Refugio Aguilar y Torres recibe la inspiración divina para dar vida a una familia religiosa: el Apostolado de Jesús Eucarístico, que más tarde se convertiría en la congregación de HERMANAS MERCEDARIAS DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO.

María del Refugio Aguilar y Torres nació en San Miguel de Allende, Guanajuato, (México) el 21 de septiembre de 1866, recibiendo las aguas bautismales el día que la Iglesia honra la fiesta de Nuestra Madre Santísima de la Merced. Según la usanza de las familias adineradas de la época, recibió su instrucción en la casa paterna.

En 1886 contrajo matrimonio con Ángel Cancino, recaudador de impuestos y protegido por el presidente Porfirio Díaz, de cuya unión nacieron dos hijos.

Su vida matrimonial fue corta; (Don Ángel falleció el 6 de febrero de 1889), pero fue suficiente para conocer a políticos e intelectuales prominentes conocidos de su esposo, cuyo trato y las lecturas a las que tuvo acceso definieron su percepción de la realidad política y social del momento.

Viuda y con dos hijos, regresó a la casa paterna donde sobrellevó la rutina de una dama de sociedad de la provincia mexicana, viéndose enlutada nuevamente en 1891, por la muerte de su primogénito.

Llevada tal vez por la costumbre de las mujeres de su posición, practicó unos ejercicios espirituales de encierro, de los cuales salió completamente transformada y dedicada a vivir conforme a las enseñanzas evangélicas. Tomó por confesor a Fray José Sánchez Primo, guardián de San Francisco, quién le encaminó hacia la Orden Tercera de Penitencia donde tomó el hábito de novicia el 4 de octubre de 1895, profesó al cumplir el año reglamentario y, con el tiempo, llegó a ser Maestra de novicias y Ministra.

Ya en calidad de terciaria franciscana, dedicó su tiempo al culto del Santísimo Sacramento, a preparar niños a la primera comunión, atender a los enfermos, visitar a los presos y dar de comer a los hambrientos. Usó de su influencia para dar colocación a jóvenes desempleados y defender a los perseguidos o encarcelados injustamente. Todo esto sin desatender la formación religiosa, moral y académica de su hija, quien desde corta edad tenía el anhelo de ser religiosa y maestra.

Porfirio Díaz consolidó su poder, valiéndose del fraude electoral y la represión e instaurando un centralismo presidencial absoluto. Para sanear la economía, impulso el desarrollo industrial, aumentó los impuestos y redujo el número de servidores públicos. Atrajo al capital extranjero estableciendo condiciones favorables al inversionista, como la prohibición de la huelga, jornadas laborales de 16 horas y sueldos miserables.

María del Refugio fue víctima de las injusticias del régimen. Cuando murió su esposo (uno de los empleados más leales y honestos de la administración, en palabras del Secretario Particular del Presidente de la República), quedó desprovista, sin pensión ni ayuda de ninguna clase, ni siquiera para los gastos del funeral o traslado a San Miguel de Allende. Hacia fines del siglo, un revés de fortuna obligó a su padre a buscar un empleo fijo, mismo que ella solicitó a las más altas autoridades, recordándoles los servicios prestados por el señor Ángel Cancino a la Nación y expresamente al General Díaz y a su secretario el señor Chousal, aunque de nada le sirvieron sus argumentos.

En 1904, deseosa de dar a su hija la instrucción necesaria para llegar a ser una profesora competente y de mudarla a un ambiente que la preservará de los peligros del mundo, solicitó al gobierno una beca para la ”Nueva Enseñanza” de Guadalupe Hidalgo, donde conocía a la priora y algunas de las religiosas. Nuevamente fue desatendida su petición, pese a que algunos funcionarios influyentes, pero ciertamente menos necesitados, habían obtenido este tipo de ayuda.

Con gran esfuerzo pudo, sus propios medios, colocarla en el Colegio Teresiano de Mixcoac, donde pasaría el año siguiente al de Morelia para titularse de maestra normalista en octubre de 1907.

María del Refugio no sólo no estaba conforme ante los abusos del sistema; le preocupaba además el futuro al que conduciría los errores de la enseñanza atea y del proselitismo protestante.

La recepción frecuente del Santísimo en la Eucaristía, la oración contemplativa, los catecismos de primera comunión, y las lecturas espirituales, nutrían su amor a Jesús Sacramentado. Y en la medida en que profundizaba en la vida eucarística, aumentaba su interés por liberar a los hombres de las opresiones del mundo y de sus carencias espirituales y temporales.

Así como ella encontró en la Eucaristía La redención de sus limitaciones humanas y el fundamento para su santificación, pensaba que, para redimir al mundo de sus cautividades, debía formar almas eucarísticas, que a su vez excitaran en otros el amor a Jesús Sacramentado; pues la auténtica piedad eucarística llevaría a los individuos a manifestarse con acciones más justas y en la búsqueda del bien común. Por eso, a la par le interesaba la formación moral y religiosa de la niñez y juventud, así como la sólida instrucción científica y cultural, pues de éstos saldrían los reformadores de la Sociedad.

Su predilección por el apostolado con los niños es evidente en un escrito de 1901, donde dice: “La salvación de los niños es uno de los intereses del Corazón de Jesús; ésta está confiada a nosotros. debemos trabajar por la salvación de los niños: con el buen ejemplo con la palabra y con la oración”.

Las escuelas católicas existentes entonces, no daban una respuesta plena a sus inquietudes; carecían del ideal eucarístico que ella perseguía; eran clasistas, para ricos o pobres, dejando desatendida la clase media o dicho en otras palabras las familias “educadas”, pero sin recursos para costear las colegiaturas de sus hijos. Además, veía que los colegios regentados por religiosos extranjeros, poco hacían por cambiar las condiciones prevalecientes de injusticia, pues lejos de concientizar y motivar a los educandos en este sentido, se les formaba en los valores lengua e historia de otras naciones.

En noviembre de 1904 conoció al presbítero Vicente María Zaragoza, quien tenía en mente la fundación de un Instituto religioso con los fines y el espíritu que a ella le animaban. Pronto la convenció a colaborar con él, pues resistiéndose a ser fundadora, pretendió ingresar al Carmelo Descalzo o a la Compañía de María; no consiguiéndolo por dificultades habidas en esas Comunidades con el Señor Arzobispo de México. En los obstáculos descubrió seguramente, los signos providenciales que despejaron las dudas sobre su vocación.

Con el proyecto de fundación en mente, pasó en enero de 1908 al pensionado de la compañía de María, en la Ciudad de México, acompañada de su hija, quién también había sido contratada por las religiosas de Nuestra Señora para enseñar en su colegio anexo. Durante su estancia hizo votos privados y observó la marcha de la comunidad y del colegio, redactando por ese tiempo el reglamento y manual de oraciones para sus establecimientos futuros.

La fundación del Instituto, conocido en sus primeros años como “Apostolado de Jesús Eucarístico”, tuvo lugar el 25 de marzo de 1910, siendo socios fundadores María del Refugio Aguilar y Torres, Guadalupe Hernández viuda de Velázquez y una señorita que no perseveró.

A los pocos días, el 15 de abril, se hizo la inauguración del primer Colegio, llamado del “Santísimo Sacramento” la dirección académica fue encomendada a Refugio Cancino Aguilar (su hija) y la atención espiritual al padre Zaragoza.

El proyecto educativo de la Madre María del Refugio no se limitaba a las aulas, sino que el testimonio de la hermana portera, de la hermana cocinera, de la hermana sacristana, o de cualquier oficio que desempeñara la religiosa, lo consideraba parte de la acción educativa; asimismo, todas las actividades dentro de la jornada escolar, ya fueran en la capilla, el recreo, el refectorio o en labores.

Según el proyecto original, Las profesoras recibirían su capacitación en “Normales Eucarísticas”, para que ejercieran su vocación enseñando a descubrir a Jesús Sacramentado como centro de todas las ciencias y para que lo hicieran aplicando el método pedagógico dinámico-integral característico del instituto. Fomentarán además la espiritualidad Eucarístico – Mariana en los alumnos, visitando con ellos al Santísimo Sacramento, orientándolos en las lecturas y promoviendo las sociedades piadosas establecidas en los colegios.

En cuanto a los estímulos se acostumbraban en los primeros años obsequiar libros formativos a las estudiantes más sobresalientes, pero más que premiar el buen comportamiento o el aprovechamiento de los estudios, regía la idea de concientizar sobre el deber de hacer las cosas lo mejor posible, aun cuando el hacerlo no significará el reconocimiento de los hombres.

María del Refugio valoraba además el apostolado con las familias de sus educandos, pues consideraba que de poco serviría el trabajo de las hermanas, si los padres y hermanos no secundaban sus enseñanzas. es por esto que siempre estaba asequible a ellos, animándolos, aconsejándolos y muchas veces ayudándolos aún en lo material. Podrían además las familias, participar en las celebraciones litúrgicas e incluso pertenecer a las asociaciones piadosas erigidas en la Capilla semipública del Colegio.

Los Colegios contarían con bibliotecas al servicio de las familias, cuyas colecciones ayudaran a propagar el conocimiento y el reinado de Jesús Eucarístico en la juventud y en los hogares, promover la comunión reparadora, la comunión diaria y la devoción a la Santísima Virgen. Con el mismo fin la Congregación emprendería la tarea de editar libros y revistas. Las bibliotecas, consideradas en las primeras constituciones aprobadas entre las obras de apostolado propias del Instituto, No llegaron a concretarse por las persecuciones religiosas y posiblemente, por la falta de recursos técnicos para su funcionamiento. El segundo propósito, en cambio, comenzó a ponerse en práctica en 1930 con la publicación de las revistas: Eucaristía y Eucaristía y Redención.

Los destinatarios del apostolado de las Hermanas Mercedarias del Santísimo Sacramento, según la idea de María del Refugio, no son únicamente los alumnos y sus familias. Le preocupaban los jóvenes, para quienes estableció un pensionado anexo al colegio; y las huérfanas, a quienes amparó con especial dedicación.

Su preocupación por los pobres la llevó a despertar el mismo interés en las colegialas, para quienes organizaba visitas y convivencias con los asilados en la Cuna Católica y en la Divina Infantita. Con la aportación voluntaria de los padres de familia en especie más que económica, distribuía despensas a familias necesitadas y durante algún tiempo daba alimentos a gran número de pobres. En las revoluciones y persecuciones que siguieron a la fundación dio refugio en los Colegios a familias enteras y becó a numerosas niñas de familias que habían perdido sus bienes; en los días más trágicos, estableció un puesto de socorros donde auxiliaban a los heridos.

El arzobispo Mora y del Río, concedió en 1909 el permiso para vivir en comunidad experimentando la vida religiosa, pero la aprobación canónica encontró diversos obstáculos: poco empeño de los Obispos y Procuradores comisionados para tramitarla en Roma, extravío de la correspondencia, exilio de Monseñor Mora y del Río, Primera Guerra Mundial etcétera. La relación con el Padre Zaragoza la complicaba aún más, pues él era un sacerdote de gran celo apostólico, enamorado del Santísimo Sacramento, pero inexperto en asuntos de religiosos, perseguido por los gobiernos revolucionarios e incomprendido por sus Prelados; cansado de los contratiempos, dejó la organización del Instituto, conformándose con su capellanía del Colegio .

El Canciller de la Curia Arquidiocesana dirigió a las hermanas durante algún tiempo, hasta que, a finales de 1918, El Arzobispo de México nombró a Fray Alfredo Scotti, Mercedario, Director y Visitador, para decidir el futuro de la Comunidad.

El 10 de febrero de 1919 entregó el Padre Scotti su informe, recomendando tramitar la aprobación, por tener el Instituto la peculiaridad de valerse de la enseñanza para formar almas eucarísticas. Vistas sus razones y comentarios encomiásticos respecto al espíritu y observancia religiosas, Monseñor Mora confió al Padre Scotti la revisión de las Constituciones y todo lo concerniente a la organización canónica.

La dirección del padre Scotti coincidió con el aumento de vocaciones (entre ellas la hija de la Madre Fundadora) y por consiguiente, con la apertura de las primeras casas filiales.

Una vez aprobadas las constituciones por el Señor Arzobispo y reunidas las Comendaticias del Episcopado, partió el Padre Scotti a Roma, presentando la documentación en la Sagrada Congregación de Religiosos el primero de junio de 1922. Tan sólo dos semanas después, el 15 de junio, la Santa sede concedió el permiso para la erección canónica de las Hermanas del Apostolado del Santísimo Sacramento en México, la cual fue decretada el 25 de noviembre de 1922.

En agradecimiento a los favores recibidos por intercesión de nuestra Madre Santísima de la Merced, así como por el espíritu Eucarístico Mariano del Instituto, la Madre María del Refugio y su y su Consejo solicitaron, en 1922, la agregación a la Orden. La cédula fue concedida tres años después, con fecha 11 de julio de 1925, siendo desde entonces “Religiosas Eucarísticas Mercedarias”. (1)

En 1925 principió la expansión ultramarina del Instituto, al fundar un Colegio Eucarístico en Placetas, Cuba. El año siguiente, con el recrudecimiento de la persecución religiosa y la proscripción de la Escuela Católica en México, abrió la Congregación las primeras Casas en los Estados Unidos de América, en El Salvador y una segunda en Cuba; en 1927 en Chile y en España y en 1929 en Italia y en Colombia.

Estas fundaciones prosperaron, debido, en parte, a que la instrucción en los Colegios Eucarísticos rescata los valores nacionales, pero perfeccionados por el sentido Universal de la Iglesia, con lo que resultan cristianos comprometidos en la búsqueda del bien común y miembros útiles a la sociedad.

Un Mercedario chileno, Fray Luis Márquez Eizaguirre, fue el instrumento providencial para que algunas de las fundaciones se llevarán a cabo, concretamente las de Chile, Colombia e Italia. La primera la sugirió a leer una carta de la Madre María del Refugio al Maestro General de la Orden, donde le narraba la situación por la que atravesaba en las comunidades religiosas en México durante la persecución Callista; mientras que las dos últimas, aconsejadas también por él, fueron fruto del entusiasmo y cariño que tomó por la Congregación, después de pasar varias semanas en la Casa General y en el Colegio de La Habana en 1928. (2)

En México la situación seguía sin visos de mejoría para la Iglesia y particularmente para la Congregación: la Madre María del Refugio, delicada de salud  y resignada al apoyo que el Padre Scotti le pudiera dar en sus cartas, pues había marchado a los Estados Unidos; veía extinguirse las Obras; de ocho colegios existentes en México en 1926, para 1930 únicamente funcionaban cuatro, clandestinamente y con número muy reducido de alumnas; sufría la amenaza de expropiación de la Casa General, lo que finalmente sucedió el 8 de septiembre de 1930, cuando los agentes del gobierno tomaron posesión del inmueble, expulsando arbitrariamente a las Hermanas.

Los últimos años de su vida los pasó la Madre María del Refugio mudando de una casa a otra, en compañía de su Consejo Generalicio, de algunas postulantes y las niñas que integraban su “Obra de Infancia”.

Falleció el 24 de abril de 1937, dejando consolidada la Congregación en ocho naciones y con proyectos apostólicos en mente (fundaciones de Colegios Eucarísticos en tierras de misión), que no llegó a ver realizados. Su hija, Madre María Teresa Cancino fue la sucesora elegida por el Instituto para continuar la obra que iniciara su madre.

El proceso de beatificación de la Sierva de Dios María del Refugio Aguilar y Torres quedó abierto el 28 de octubre de 1982.


Notas:

  1. El nombre “Hermanas Mercedarias del Santísimo Sacramento” fue dado por la Sede Apostólica el 22 de julio de 1948, al conceder el Decreto Laudatorio.

 

  1. Fray Luis Márquez Eizaguirre publicó en 1929 el diario de su viaje, titulado: En México Ensangrentado.

 

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